Tomates

Originarios de las regiones andinas de Perú, norte de Chile y Ecuador, los tomates son la hortaliza más cultivada. La producción mundial anual de tomates es de más de 180 millones de toneladas, cultivadas en 4,7 millones de hectáreas.

Tanto los tomates frescos como los procesados pueden cultivarse en condiciones de campo abierto, pero para controlar mejor las condiciones de cultivo, los tomates suelen cultivarse en invernaderos. El cultivo bajo plástico evita la exposición de las plantas a la lluvia y, por tanto, reduce el riesgo de enfermedades fúngicas. Además, la temperatura media es más alta, y esto es una ventaja cuando las temperaturas exteriores son bajas.

El cultivo más tecnificado es el de los tomates en invernaderos, donde se cultivan en sustrato (principalmente lana de roca o fibra de coco) con apoyo de dióxido de carbono y luz artificial. Con estas condiciones de alta tecnología es posible una producción de 1.000 toneladas de tomates por hectárea al año. Con niveles de producción tan elevados, no es de extrañar que el cultivo del tomate requiera una gran cantidad de fertilizantes.

Para el tomate es importante distinguir entre el cultivo en el suelo y el cultivo en un sustrato. En el caso del cultivo en suelo, el análisis del mismo es importante para determinar la cantidad correcta de fertilizante que debe aplicarse. La cantidad de fertilizante a utilizar debe tener en cuenta los nutrientes que ya están en el suelo y también varios factores como la demanda del cultivo, el manejo del mismo, las condiciones ambientales, así como los objetivos de producción. En cuanto al sustrato, debe ser un producto estable e inerte, que no se degrade, libere o absorba nutrientes. En consecuencia, todos los nutrientes deben aplicarse en el agua de riego por goteo. La zona radicular de las plantas cultivadas en sustrato es limitada, por lo que es esencial que las plantas se rieguen todos los días y reciban los nutrientes junto con el agua

Para conseguir un alto rendimiento de los tomates, es necesario utilizar la fuente de abono adecuada, en la dosis correcta, en el momento y en el lugar adecuados. Para ello, es necesario un programa de fertilización bien equilibrado.

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